“Por
la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de
modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (Hebreos
11:3)
Si Dios creó el
universo con el poder de Su Palabra ¿Por qué nosotros damos tan poca
importancia a las palabras? Me sorprende, aunque no debiera sucederme, la
calidad ortográfica de algunos escritos cristianos de la actualidad. Todos no
tienen la formación escolar que les permita una buena redacción y uso del
idioma escrito adecuado. Digo que me sorprende, ya que el cristiano es un buen
lector de la Biblia, un Libro traducido por eruditos y en lenguaje culto. Pero
quizás los lectores y maestros cristianos están más preocupados de su contenido
que de la forma.
Pienso que tan
importante como comprender y aprender los sabios y hermosos textos de la
Escritura, es saber expresar correctamente por escrito nuestros pensamientos
acerca de la Palabra de Dios y la vida en general. Un cristiano debe saber
hablar su idioma y escribirlo sin errores, para transmitir el mensaje de
excelencia que el Señor nos ha encargado. Esforzarse en ello, culturizarse,
aprender, perfeccionarse en la adquisición de cultura es también una forma de
testificar una vida cristiana en constante superación.
¿Por qué
habremos de ser personas ignorantes? Este es un asunto que va más allá de la
forma, es un problema de fondo. Que nadie asocie el ser cristiano a ser un
inculto. Los apóstoles, pese a ser de extracción humilde, alcanzaron la
estatura de líderes y algunos, como Pedro, Juan, Santiago, escribieron libros y
epístolas de gran erudición y profundidad espiritual. A excepción de Pablo de
Tarso y Lucas, no poseían más que la educación que brindaba la sinagoga, por lo
demás no menor en calidad a la de muchas escuelas de hoy.
La lectura de
libros edificantes, no sólo la Biblia, permite al cristiano adquirir mayor
información acerca del mundo en que le ha correspondido vivir, comprenderlo y
le capacita para enfrentarlo. En las siguientes palabras del apóstol Pablo a su
discípulo Timoteo, se comprueba su interés en la buena lectura: “Trae, cuando vengas, el capote que dejé en
Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.” (2 Timoteo 4:4)
Si las iglesias
no sólo educaran en el ámbito espiritual, transmitiendo los conocimientos
propios de la fe, sino también enseñaran el idioma, su uso correcto, riqueza,
estructura, estilos, etc., formarían discípulos cristianos más cultos y con
mayores posibilidades de comunicación. Es cierto que el Espíritu Santo nos
impulsa y ayuda en la evangelización y la enseñanza, pero no es menos cierto que
quien posee una mejor educación puede comunicar mejor el mensaje de Dios.
El púlpito, a mi
entender, es a la vez que una instancia de formación espiritual, un medio de
educar a nuestros hermanos. No desaprovechemos, los ministros y líderes, esta
rica oportunidad de entregar a nuestros hermanos conocimientos que hagan de
ellos mejores personas y mejores comunicadores.
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